¿Cúal es mi medida? ¿Con quién me mido? ¿Con quién me comparo?
Preguntas que de una u otra manera nos hacemos a diario, algunas veces los tomamos como retos, otras veces, desafortunadamente, para desánimo.
Puede ser que en el campo de fútbol haya alguien que patea mejor que tú, o en la escuela haya alguien que saca mejor calificación que tú, o tal vez eres tú el que saca la mejor calificación y esto genera un pensamiento en ti, o una perspectiva que no siempre es la correcta.
¿Qué nos lleva a compararnos? ¿Nos hace sentir mejores? ¿Nos hace sentir peor?
Como aquel episodio de Black Mirror , que en critica social, todo se mide con likes.
Hay una necesidad del ser humano por sentirse aceptado, por encajar en algo que lo haga parte de, que lo haga sentir bien.
La historia del hombre fue gestada a través de interrelaciones, de comunicar aspectos de aceptación y relación, Dios sabía que esto sería parte de nuestra vida, y Él nos dice que Su opinión es la que importa.
Al leer las palabras que escribe Pablo a Corintios, Filipenses y Romanos nos deja ver un poco de luz acerca de cuál es la medida para considerarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean.
¿Qué pienso acerca de los que me rodean?
Los prejuicios tienen un peso negativo muy importante al momento de pensar en alguien, algunas veces personas que acabamos de conocer o personas con las que hemos convivido años y tal vez dejaron de pensar como nosotros.
Pablo le escribe a los Filipenses:
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
Filipenses 2:3
Este versículo nos da un fundamento para las interrelaciones, para saber cómo amarnos a pesar de los cambios y vernos unos a otros como Dios nos ve.
Apenas leí en un libro de Richard Sibbess (1577 – 1635) esta frase: “Los mejores hombres son severos consigo mismo, pero tiernos con los demás” Esto mismo decían de Jesús en los tiempos Bíblicos.
¿Qué pienso de mí mismo?
Haciendo referencia a la primera parte de la frase anterior “Los mejores hombres son severos consigo mismo” se relaciona con el juicio que emitimos sobre nosotros mismos y debe de haber un equilibrio, siendo severos en cuanto a disciplina y orden, pero sin caer en la condenación y desacreditarnos de la Gracia de Dios.
Pablo le escribe a los Romanos:
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Romanos 12:3
Si te sientes más que los demás, primero mídete con Cristo.
Si te sientes menos que los demás, primero aprende de Cristo.
El concepto que tienes de ti mismo tiene que venir del corazón de Dios.
¿Qué piensa Dios de mi?
La mejor versión de nosotros mismos tiene que venir del corazón de Dios y Él pone a las personas correctas a imitar y entrados en el proceso de llegar a la imagen de Cristo, descubrimos que piensa Dios de nosotros. Él nos acepta como somos en el momento espiritual que estemos viviendo, pero recordemos que el pecado es el que nos aleja de Él. Si este es tu caso, busca pronto el arrepentimiento.
Pablo le escribe a los Corintios:
Mas el que se gloría, gloríese en el Señor;porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba.
2 Corintios 10.17 – 18
Qué mejor que ser aprobados y aceptos delante de Dios y eso se cumple al estar haciendo Su voluntad con Sus fuerzas, no con las nuestras, sino con Su Poder y entonces siempre dar la gloria a Dios de todo.
Las relaciones en el mundo se construyen o destruyen a partir de un ir y venir de pensamientos que encajan o no, que cuadran o no, en una medida de percepción. Pero las relaciones en el Reino de Dios se establecen por la Palabra de Dios y sus conceptos.
No podemos evitar el relacionarnos, como cristianos nos necesitamos unos a otros y si guardamos estos conceptos bíblicos en nuestros corazón, sabremos ser buenos hijos de Dios que aman y respetan a su prójimo, que vemos con los ojos que Dios ve.
Ahora Tú
Piensa de ti mismo y de los demás lo que Dios enseña en Su Palabra.
Autor de La Pluma Ligera en donde El Libro (La Biblia), El Viento (El Espíritu Santo) y la pluma, dan sentido a este proyecto.
Soy Hijo de Dios, esposo, padre y pastor por llamado y convicción.