El consejo del nudo ciego

No fue necesario escuchar muchas palabras para comprender lo que el hombre sabio quería decir; fue el momento de tomar consejo y guardarlo.

El cordón estaba enredado a lo que más se podía, cuerda sobre cuerda apretando fuerte, un nudo de esos que llamamos ciegos; Era el cordón que se usa para cerrar una simple bolsa, pero nada simple surgiría de ese momento.

El hombre sabio se sentó en la silla frente a su escritorio y tomó la bolsa para abrirla, yo solo miraba, él descansó la bolsa en sus piernas y comenzó a mirar más de cerca el nudo, moviendo la cabeza un poco hacia su hombro izquierdo -como analizando cada centímetro de la cuerda- buscando el cordón correcto para halar de él.

Él sintió mi mirada y sin voltear dijo: -“Para aconsejar bien, hay que desenredar el nudo primero.” No pronuncié palabra en respuesta, solo asentí con la cabeza mientras asimilaba la frase. Esas palabras se guardaron en mi mente y vienen a mi cada vez que es momento de aconsejar.

Bien pudo tomar unas tijeras y cortar el cordón para abrir la bolsa, pero no lo hizo, tomó el tiempo necesario para desenredar el nudo.

El momento no estaba planeado, pero seguro que el hombre sabio quiso aprovecharlo para enseñar. Yo, hice mi parte, tomé el consejo y lo guardé.

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