Ese día era caluroso en la ciudad y lo que gobernaba mi mente era conseguir un vaso con agua, algo que me librara de esa sequedad en mi boca. Horas habían pasado sin probar agua, no estaba encerrado, no estaba atado de manos, simplemente no hice el esfuerzo de buscar una botella con agua. Había salido de la oficina hace quince minutos e iba en el transporte público rumbo a casa, las ventanillas cerradas, el calor sofocante, mi ropa mojada de sudor y sediento a más no poder. Mi única y larga respuesta era esperar cuarenta minutos para llegar a casa y tomar agua.
Tomé asiento en un lugar vacío, a mi lado un pequeño de alrededor de cinco años, a espalda mía, su padre, quien dejó que el pequeño se sentara solo para ganar un poco de seguridad en sí mismo, se notaba porque el pequeño no quería voltear hacia su padre y el padre le hablaba para que los demás supiéramos que él iba con el pequeño.
El pequeño me miró varias veces, quería decirme algo, quería contarme algo.
Volteo y me dijo -¿Sabes? Yo he peleado muchas batallas.
Lo miré y seguí la corriente -¿Ah, si? ¿Cuántas?
Su padre solo escuchaba.
-Muchas, desde que nací, ya no recuerdo cuantas, pero mi padre me ha dicho que desde que nací he ganado todas.
-Qué valiente eres. -Contesté yo en un tono sarcástico.
-Sí, así es, lo sé. Voy camino al hospital y hoy me toca una más. -Contestó mientras me enseñaba una pequeña manguera que salía de su costado.
No supé que decir, me quedé callado por un momento.
-Llevo dos días sin tomar agua, ahora mismo tengo mucha sed, pero es una de las batallas que tengo que ganar. Hoy ya podré tomar agua en algunas horas.
No podía imaginar la sed de ese pequeño, yo en ese momento no controlaba ni mis propios pensamientos, lo único que quería era agua.
-Te voy a contar mi secreto para ser valiente en las batallas. -Me dijo el pequeño.
-¿Has escuchado la historia de David, el de la Biblia?
– Sí. -Contesté yo.
-¿Has escuchado que primero peleó contra osos y contra leones y después contra Goliat?
-Sí, hace mucho tiempo escuché la historia. -Le dije.
-Hace dos días me tocó pelear contra el oso en el hospital y lo vencí, hace cuatro me tocó contra el león en mi casa y gané, hoy me toca pelear contra Goliat y sé que también ganaré. -Dijo el niño.
¿Recuerdas que lo más importante de la historia es que Dios siempre daba la victoria a David? Y ¿sabes? Así me llamo yo, David.
Yo solo miraba al pequeño y dejé que continuara.
-¡Si, Mira! Así me lo explicó mi papá: El Goliat con el que hoy peleo será el oso de mañana y el oso de mañana quedará atrás, pero yo tengo que volver a pelear siempre, vez tras vez y enfrentar de nuevo a Goliat, pero la ventaja es que Dios siempre me da la victoria.
Respiré profundo como asimilando las palabras qué un pequeño de cinco años me estaba dando. Una lección de vida en tan solo quince minutos.
-Ese es mi secreto. -Me dijo.
Voltee a ver a su padre quien estaba con una sonrisa enorme, viendo a su hijo con gran orgullo.
-Felicidades por su valiente hijo. -Le dije al padre.
Ellos bajaron en la siguiente esquina, se despidieron muy amablemente y yo seguí en el camino a casa con una nueva perspectiva de vida que un niño de cinco años me dió.
Inspirado en:
“Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo.” 1 Samuel 17.36
Autor de La Pluma Ligera en donde El Libro (La Biblia), El Viento (El Espíritu Santo) y la pluma, dan sentido a este proyecto.
Soy Hijo de Dios, esposo, padre y pastor por llamado y convicción.