Tu llamado a la intercesión

Hace más de 20 años que inició este tiempo de oración y desde entonces todos los martes 5:30 A.M. se reúne un grupo de hombres y mujeres para orar a favor de otros.  Entender que no es levantarte temprano para orar por tus propias peticiones, está de más, es orar por aquel hermano que tal vez conoces o tal vez no.

Obediencia, disciplina y después gozo es el proceso por el cual llegas a amar a esta reunión de oración; recalcado siempre por nuestro pastor Jacobo Mondragón, aprendes que no hay ningún mérito propio en levantarte más temprano que otros para orar, esta es la carga y el amor que puso Dios en ti.

Tu mayor motivación es obedecer al Padre y la expectativa se enfoca en ver respondidas aquellas peticiones por las que oras. Es un ambiente de fe que sobrepasa al frío o el horario; buscas que el Todopoderoso muestre Su poder.

Inicias tu jornada leyendo un Salmo; dirigido por el pastor, inicias la lectura alternadamente hasta terminarlo, el comentario por parte del pastor se hace presente; un momento muy esperado, son palabras que retumban en tu interior por mucho tiempo; frases cortas y concretas que profundizan en tu interior para llevarte a comunión con el Creador. Una comunión real…

Sin lugar a dudas,  la hora tiene un impacto en los primero minutos de oración, pero, el pastor, siempre tiene a bien a inculcarte un tiempo personal con el Señor, estar “conectado” con Él y orar conforme al corazón de Dios.

Buscas un lugar donde tengas privacidad para intimar con el Señor, lo encuentras y te postras ante Él. Tu corazón se centra en comunicarse con Dios, cierras tus ojos para no distraerte y tu espíritu se eleva para conectarse con el Maestro, buscas una palabra, una experiencia que acerque tu espíritu más a Él, esperas por Él.

Cada hermano a tu alrededor tiene un rincón especial donde doblar su rodilla, otros caminan mientras buscan de Dios, otros se sientan, adoran en voz alta, todos en diferente expresión, pero con un mismo sentir: encontrarse con su Dios, un toque de su mano, su presencia más cercana, su voz, su autoridad o su soberanía, pero todos expectantes del Espíritu de Dios en ese momento de oración personal.

Escuchas el murmullo general en el templo, algunas voces se elevan más que otras, gemidos de lo profundo del espíritu nacen; la presencia de Dios en el auditorio se hace más evidente y tú anhelas más.  

La campana suena -una campana que un hermano tuvo a bien llevar en cada reunión de intercesión- escuchas que todos se levantan para acercarse y hacer un circulo; ahora es tiempo de interceder por las peticiones que vienen del corazón de Dios.  

La primera oración señala la urgencia del tiempo en que vives: avivamiento. Necesitamos la Gloria de Dios en este mundo. Escuchas y asimilas la petición, sabes que es necesario un clamor, clamor que pide la manifestación del poder supremo de Dios.  Este clamor es la constante en la congregación.

Las voces se hacen presentes, la intensidad aumenta, tu mente y corazón entran en la intercesión, tú espíritu atento a la dirección del Padre, tu boca se abre para suplicar por intervención divina.

Petición tras petición adoptas el sentir correcto en tu interior, oras por un bien mayor, por algo que tal vez no sabes cómo sucederá y que tal vez no alcanzas a comprender, pero sucederá.

Tu llamado a la intercesión

Tu llamado a la intercesión siempre ha estado presente, sólo ha sido cuestión de activarlo, de dar de ti a favor de los demás, de pensar en los demás y de orar por los demás, ahí el egoísmo se hunde en lo más profundo y sale a flote lo que tiene más valor, lo que Cristo vino a enseñar: dar tu vida por alguien más, tu tiempo, tu esfuerzo y sin que esperes algo a cambio, es todo por amor a tu prójimo.

Notas que el tiempo ha pasado muy rápido, es tiempo de orar unos por otros en el grupo. Volteas y buscas a alguien que no sea de tu familia, porque así fue la indicación, ves a un hermano, te acercas y preguntas su petición, pones tu mano sobre su hombro de una manera amorosa y respetuosa, empiezas a orar por él y él por ti. El amor de Dios se muestra ahí.

El tiempo ha terminado. ¡Los sesenta minutos mejor invertidos del día! Recibiste de Dios pero también diste a favor de otros, oraciones que a su tiempo, corto o largo, verás contestadas y te gozarás con aquellos que conoces, pero también con los que no.  Dios siempre responde y tú has tomado tu lugar como intercesor.

Únete a un grupo de intercesión.

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